El presente absoluto: entrevista con Alia Trabucco Zerán

 
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En esta entrevista le pregunté a la autora chilena Alia Trabucco Zerán sobre su oficio, sobre la violencia heredada e intrínseca en un país y una cultura, y sobre la traducción. Alia habla sobre cómo un cuerpo vive el tiempo y la inercia durante una pandemia y los libros que la han acompañado durante la cuarentena, cuando el cuerpo es mantenido inmóvil, inercial, mientras la mente deambula libremente.

Al haberme siempre sentido intrigada por la cordillera que delinea la frontera de Chile y por la literatura que la toca y trasciende, La resta de Alia Trabucco Zerán me capturó inmediatamente mientras buscaba literatura chilena contemporánea. Fue el libro que primero saltó a mi mente mientras se planeaba la segunda edición de Huellas alrededor del tema de “la inercia”. Inercia es el movimiento sin cambio, pero muchas veces cuando estoy pensando en ello pienso en las acciones externas que cambian e interrumpen la inercia a la fuerza. Pienso sobre ese punto clave entre el movimiento y la acción: el momento donde todo se balancea sobre un límite estrecho, que luego se rompe, cae y cambia. 

La resta es una historia sobre tres personas jóvenes. Es una historia sobre una muerte, un road trip, el trauma que deja ecos, números que cuentan verdades incómodas, y ese límite estrecho entre el pasado y el presente. Es una historia sobre chilenos jóvenes creciendo con el peso de una dictadura que apenas recuerdan pero que ha sido una sombra irrevocable sobre sus vidas, sus esperanzas, sus amores y sus acciones. Es sobre aquellos que intentan dejar su país y su trauma atrás y sobre la forma en que los tira hacia atrás y los regresa al lugar de donde vinieron. Es sobre la liminalidad de la ruta, de las fronteras entre países y entre la llanura y la cordillera. Y es una historia contada en una prosa que corre a través de la página: una prosa que se hace nudos, que retrocede, como el coche fúnebre en el que viajan, como el cuerpo que van a buscar, como sus historias compartidas. 

El libro más reciente de Alia, Las homicidas, está disponible en español aquí y será publicado próximamente en inglés por Coffeehouse Press (US) y And Other Stories (UK). Esta entrevista fue llevada a cabo en julio de 2020 y fue publicada en conjunto con la Convocatoria de Huellas Vol. 2: Inercia


La resta, su novela debut, muestra una preocupación por los efectos duraderos de los traumas heredados. ¿Piensa que las fuentes de este trauma (heredado por los padres, los países de origen, las culturas, los géneros, y/o las sexualidades) interactúan con e informan las unas con las otras? 
Narrar la dictadura o, en rigor, la postdictadura, y darle una coherencia, una forma, un orden tranquilizador y claro no me parecía posible ni deseable, tal vez porque ese trauma, como muchos traumas, no tiene una sola forma, no se puede contener en una estructura rígida. Por eso me interesaban más los restos, los fragmentos, el modo oblicuo y sutil en que la violencia y la historia de un país ingresan y tiñen las biografías de varias generaciones. Creo que la dictadura infligió una violencia muy radical que no solo se manifestó en los cuerpos de miles de personas sino también en la imaginación de muchos, incluidos quienes solo vivimos parte de nuestra infancia durante ese periodo. Esa imaginación retorna en momentos inesperados, se rebalsa y aparece. Pienso, por ejemplo, en el confinamiento forzado de estos meses producto del virus y cómo para algunos, que tuvieron que esconderse durante la dictadura, esta sensación de amenaza invisible puede traer reminiscencias de ese trauma. El modo en que el trauma se renueva o manifiesta es siempre inesperado. 

Puede hablar un poco más sobre la construcción de la novela como relato de viaje, road trip –– ¿por qué le interesa este formato, y por qué funciona como marco para La resta? La resta transcurre en Chile y ¿hay algo de la geografía distinta del país (de la cordillera en particular) que funciona bien como el paisaje de su novela? 

Todo road trip tiene un origen pero no necesariamente un destino claro. Creo que ese formato, estructurado pero abierto, es decir, flexible, me permitió avanzar en la escritura de la novela sin saber qué iba a ocurrir con los personajes al final. Además, mientras que uno de los personajes narra en orden cronológico, el otro horada permanentemente ese relato. Finalmente, lo que tal vez termina ocurriendo es que en el road trip no avanzan, sino que huyen de un destino. No llegan a él. Y también huyen de un paisaje, de una geografía que los oprime. La cordillera juega un rol predominante en ese sentido. Opera como un muro, generando la sensación de estar al fondo de un agujero del que es muy difícil escapar. 

Estoy interesada en el tiempo que transcurre entre la publicación en el idioma original y la traducción. Con La resta fueron cuatro o cinco años entre las publicaciones en inglés y español. ¿Cómo cambia su relación con su libro después de la traducción por su increíble traductora, Sophie Hughes? ¿Es difícil permitir que su novela debut sea repatriada a un idioma diferente?   

Creo que el tiempo que transcurrió entre la publicación en castellano y la traducción en inglés fue muy breve. Yo aún me sentía muy cercana a la novela, así que no fue extraño reencontrarme con el texto. Por otro lado, es un libro que tardé varios años en escribir y hay partes que me sé de memoria, así que fue muy lindo ver la metamorfosis que consiguió Sophie Hughes. Ella no sólo capturó las palabras, también una melodía y un paisaje afectivo, de una manera que aún me impresiona. Por otro lado, la circulación en inglés ha sido muy especial porque se producen otras lecturas y la novela ha conectado con otros dolores, otras historias. Recuerdo una lectura que hice en Londres, donde una mujer, inglesa-argentina, me dijo que la novela le había permitido conectar con la generación de sus padres, exiliados en Inglaterra, y que ella, que había perdido el castellano, había leído el libro en inglés. Que eso pase me parece muy inesperado, muy bonito. 

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Me fascinó aprender que fue a la facultad de derecho para ser una abogada de derechos humanos antes de publicar su primer libro. ¿Cómo influyeron en su escritura creativa el idioma y las tradiciones retóricas que aprendía?

Por más que me peleo con el hecho de haber estudiado derecho, la verdad es que esa formación me marcó muchísimo. El derecho es el lenguaje del poder y cada palabra, cada término, el modo en que se escribe una frase o un argumento es crucial y carga consigo mucho peso. Es un lenguaje seco, estéticamente espantoso y muchas veces formulaico en la tradición continental, y tal vez por mi amor al lenguaje y su belleza siempre reaccioné con aversión a esa aridez. Pero hay también textos notables en las fronteras entre el derecho y la literatura, desde Kafka hasta Armando Uribe, pasando por la gran Judith Butler, que me han permitido reencontrarme con mi formación. Por otro lado, mi segundo libro, Las homicidas, se nutre de esa formación y me interesó mucho explorar en esos casos de violencia el poder de esos discursos de género para mantener a las mujeres en un lugar de sumisión y pasividad incluso cuando cometen crímenes violentos. Finalmente el derecho me sigue interesando, pero desde otro lugar.

Su última novela, Las homicidas, es sobre mujeres que matan, transgreden líneas legales y de géneros con sus crímenes. Ahora estamos viendo el efecto transgresor de la rabia de mujeres en todo el mundo, liderando las manifestaciones de Black Lives Matter, Un violador en tu camino y más. ¿Por qué tiene un poder tan contemporáneo esta rabia? 

Las homicidas es un ensayo que justamente explora casos donde la rabia jugó un papel importante y, sin embargo, fue borrada. Te pongo un ejemplo: María Teresa Alfaro era una trabajadora doméstica que asesinó a los hijos de sus empleadores. Aunque ella menciona la rabia durante el juicio, este elemento fue desestimado en la sentencia. Ese borrón me interesó. ¿Por qué borrar su rabia? La filósofa Marilyn Frye explica que la rabia es una emoción política porque apunta con el dedo a una injusticia, al responsable de esa injusticia y exige una reparación. Y es peligrosa porque define al sujeto político. Por eso se borra. A las mujeres nos ocurre muy seguido que nos dicen que nuestra rabia es irracional, producto de la locura, de la histeria, pero no es algo exclusivo de las mujeres. También lo vemos en las protestas en Chile y, por cierto, en las protestas que están sucediendo en Estados Unidos. Hay mucha rabia acumulada y esa rabia apunta a la desigualdad, a la injusticia y exige una reparación. La estrategia del gobierno, entonces, es repetir una y otra vez que se trata de vándalos o de “actos de maldad”, como han dicho Piñera en Chile y Trump en Estados Unidos. Así, lo que intentan es borrar al sujeto político y a sus legítimas demandas. Lo que yo planteo, que es aplicable a las mujeres y a las protestas por otras causas, es que es importante retornar a ese y otros afectos y tomarlos en serio. La rabia es una emoción política fundamental. 

Entre La resta y Las homicidas ha transicionado de escribir ficción a escribir no ficción y ensayos. ¿Puede hablar de cómo fue ese cambio entre los géneros? ¿Cuán porosas son las fronteras entre los géneros?  

La verdad es que a medida que pasa el tiempo más siento que esas divisiones de género son útiles para efectos de análisis pero ajenas al propio proceso de la escritura. Ciertamente es muy distinto escribir ficción que no ficción, sobre todo porque la ficción exige perderse en territorios totalmente desconocidos (¡y aterradores!), pero la verdad es que el cuidado en la escritura es el mismo y, al menos para mí, ambos géneros exigen un compromiso estético e intelectual, afectivo y reflexivo. En ese sentido, no sentí un gran cambio, pero emocionalmente, sí, creo que es más desafiante y difícil escribir ficción, al menos para mí. Por otro lado, aunque Las homicidas es un ensayo, también contiene fragmentos de un diario en primera persona e incluso un relato ficcional, así que la frontera queda desdibujada. Y cada vez me interesa más esa zona gris.

¿Piensa que hay un espíritu distintivo en la literatura contemporánea de Chile? ¿Si es así, qué la distingue? ¿Cuáles voces faltan? 

La verdad es que no lo sé o tal vez me cuesta verlo en este momento. Hay escritoras excepcionales, como Lina Meruane, que trabaja en su obra temas como la enfermedad y la literatura, pero la propia Lina también tiene textos de no ficción sobre otros temas, como la palestinidad o la maternidad. Luego está Nona Fernández, que se ha dedicado a trabajar el tema de la memoria desde distintos ángulos. O Diamela Eltit, que en novelas alegóricas siempre muy poderosas ha sabido leer con una lucidez impresionante el presente de injusticias que vive Chile. Diría que hay mucha diversidad, como en todas las tradiciones literarias latinoamericanas y que el tiempo dirá si hay un espíritu distintivo en este momento.

Siempre quiero saber qué libros están leyendo los escritores. ¿Cómo y dónde lee? ¿Cuáles libros están en su biblioteca, en su escritorio? ¿Quién le ha inspirado rabia, alegría e inspiración a través de sus palabras durante esta pandemia?

Estoy contestando esta entrevista desde la casa de una tía, en Londres, que nos ha recibido hasta que reabran las fronteras. El confinamiento alteró todo, porque yo habitualmente trabajo en bibliotecas y no en la casa, así que me llevo libros en la mochila y otros los pido prestados. Y bueno, mis libros, casi todos, están en este momento en un barco que va desde Inglaterra a Santiago. Esa idea me tiene un poco nerviosa (libros en tránsito tan cerca del agua mientras yo aún no puedo viajar) así que trato de no pensar mucho en esa imagen. Tengo conmigo dos libros de Nathalie Leger que no he leído todavía. Y bueno, la verdad es que me enfermé de coronavirus y estuve revisando un poco de literatura sobre enfermedad: Thomas Mann, por un lado, y uno de mis preferidos, Max Blecher, a quien llegué gracias a otra de mis escritoras preferidas, Herta Müller. Y bueno, sobre qué me ha inspirado rabia: el manejo del gobierno de Chile de la pandemia. Ineptos y soberbios, una combinación literalmente fatal. 

Usted es editora en un sello pequeño: Brutas Editoras. ¿Puede hablar un poco sobre cómo es trabajar con la ficción de otros escritores en una manera tan íntima? 

Fui editora, junto con Lina Meruane y la poeta Soledad Marambio, de ese pequeño sello que ahora está en una pausa indefinida. La experiencia fue interesantísima, entretenida, desafiante y determinante. A mí me gusta mucho leer y editar, y con mucha alegría intenté que textos que ya eran muy buenos fueran aún mejores. Algunos autores son un poco resistentes a las críticas, pero mi experiencia, sobre todo con autoras, fue excelente. 

¿Puede hablar sobre la importancia de los sellos independientes en Latinoamérica y más allá, como están tomando riesgos y buscando redefinir las fronteras del canon literario con sus publicaciones? ¿Hay sellos contemporáneos que quisiera recomendar? 

Creo que son fundamentales justamente porque apuestan a libros que en ocasiones se alejan del canon o de tendencias más comerciales, pero también porque han promovido un rescate de obras olvidadas o que en la tiranía de la novedad pasan a un injustificado olvido. Entre las que han tenido ese doble perfil, de publicar libros contemporáneos excelentes y también rescatar obras del pasado que dialogan con el presente, recomendaría muchas: Minúscula (España), Periférica (España), Eterna Cadencia (Argentina), Cuenco de Plata (Argentina), Dum Dum (Bolivia), Banda Propia (Chile), Alquimia (Chile), La Pollera (Chile), Tajamar (Chile). Pero hay tantísimas más. 

Finalmente, cuando pensamos sobre la inercia por esta edición de Huellas, debemos pensar sobre el tiempo, que muchos dicen haber sentido de formas diferentes durante la cuarentena. ¿Puede hablar sobre la memoria y el tiempo, y cómo sentimos el tiempo de manera diferente si no se nos permite mover? 

Me enfermé de coronavirus, así que mi experiencia de la cuarentena quedó marcada por ese momento, donde el encierro fue secundario al otro encierro, el del propio cuerpo. En ese sentido, solo puedo decir que el cuerpo enfermo experimenta una sola dimensión: el presente absoluto.


Alia Trabucco Zerán (Santiago, 1983) es autora de la novela La Resta (Tajamar, 2015), con la que obtuvo el premio Mejores Obras Literarias del CNCA y fue finalista al premio Man Booker International en su traducción al inglés. El 2019 publicó el libro de ensayo Las Homicidas (Lumen), sobre casos emblemáticos de mujeres violentas examinados desde una perspectiva feminista. Fue editora del sello Brutas editoras y ha colaborado con relatos y ensayos en diversas antologías en Chile y el extranjero.

Lily Philpott es productora de eventos y bibliófila. Es una miembro del Comité internacional literaria para la feria del libro de Brooklyn y una miembro del consejo asesor del editorial inglés And Other Stories. Nacida en Santiago, Chile, vive y trabaja en la Ciudad de Nueva York.

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