Baby, no recuerdo qué es un cronotopo

 

Danny Ocean haciendo una extraña seña en el Flow Fest 2019. Unmasked Theories/Wikipedia Commons.

*Nota del autor: Este texto fue presentado originalmente en la 13 Conferencia Anual de Estudios Hispanos de la Universidad de California, Riverside.

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Es la quinta vez que el vídeo se comparte en uno de mis grupos de WhatsApp: Yulimar Rojas, quien acaba de romper el récord mundial en triple salto, mira al cielo y levanta su puño derecho con una medalla alrededor del cuello. Las lágrimas se recuestan sobre el tapabocas: han sido poquísimas las veces en que el himno nacional de Venezuela se escucha durante las Olimpiadas. Solo que en esta versión de la premiación, el canto comienza bien distinto. No suena ninguna gloria al bravo pueblo, sino dembow, unos sintes y una suerte de invocación: Ba-Ba-Babylon girl, Ba-Ba-Babylon girl. Me río cada vez que me llega, cada vez que lo veo, pero también me paso las manos por los ojos para secar alguna gota sigilosa.

 La canción en cuestión es Me Rehúso, la catapulta a la fama de Danny Ocean que todavía se baila a lo largo del mundo. Con un billón y medio de vistas en YouTube—como cincuenta veces la población de Venezuela—no es que sea el tema de reggaetón de mi país más sonado mundialmente, sino que es el tema de mi país más sonado, punto. Y si bien lo pegajoso de su coro—Baby, no / Me rehúso a darte un último beso, así que guárdalo—basta para que cantidad de personas que no hablan español colapsen sus pulmones mientras mueven las nalgas, para nosotros, las letras que se repiten estrofa tras estrofa capturan una nostalgia cruel, un destino que no decidimos y que nos ha sacado de nuestras fronteras. El hit single de Danny Ocean es un reporte sobre exilio, la diáspora—una síntesis de los dolores complejos que sentimos cuando nuestros corazones miran hacia atrás.

Somos casi seis millones quienes hemos huido desde 2015. Nos damos tablas con los refugiados del conflicto sirio: para 2016, cinco años después de comenzado su caos, tenían un número similar de nacionales pateados fuera de sus fronteras. Cabe destacar, eso sí, la diferencia fundamental entre las dos crisis: Siria ha sido destrozada por una guerra, por fusiles y oficiales del Medio Oriente y de las mayores potencias del planeta, mientras que en Venezuela la inseguridad y la escasez de medicinas, comida y otros servicios esenciales—causas de la partida de tantos según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados—son consecuencia de las políticas implementadas por un partido que lleva más de veinte años en el poder.

 
 

Además, venezolanos de cualquier estrato o fenotipo son víctimas de xenofobia donde tratan de rehacer sus vidas; en varias ocasiones, de xenofobia promovida por políticos o gobernantes. Las palabras de Claudia López, alcaldesa de la ciudad en que más refugiados de mi país habitan, son inolvidables: “Tenemos actos muy violentos de migrantes venezolanos. Primero asesinan y luego roban. Necesitamos garantías para los colombianos (…). A los venezolanos todo se les ofrece, qué garantías tenemos los colombianos.” En Chile, en junio, cincuenta y seis venezolanos fueron expulsados de forma colectiva porque “entraron de manera clandestina a Chile;” esto, en contra de indicaciones claras de las Naciones Unidas en contra de tales deportaciones, pues estas “requieren una evaluación individual, caso por caso, de sus necesidades de protección internacional.” ¿Y cómo olvidar el tema Las venecas de la agrupación peruana Son de Tambito: Fin de semana, tú te emborrachas / con las venecas de la ciudad / Dicen quererte, pero es mentira / quieren tu plata y nada más? Pensar en el pasado obsesivamente, entre lágrimas, es un pasatiempo de mis connacionales que no debería sorprender a nadie.

No se necesita mucha cabeza para vincular este contexto con Me Rehúso: los versos son bastante explícitos. Ya con la dedicatoria al inicio de la canción, el el carraspeo de Danny queda queda bien enmarcado: Para todos aquellos amores que, que fueron obligados a ser separados. En comunión con el comienzo de la primera estrofa—Dime cómo le explico a mi destino que ya no estás ahípodemos notar un énfasis en la falta de libertad o elección a la hora de pensar en una relación que no pudo ser. Podemos notar, pues, un trasfondo opresivo, sin democracia que sustente la posibilidad de múltiples opciones que puedan incidir en el desarrollo conjunto de dos corazones. La persona a la que se le canta desde la distancia se desvaneció por obligación, sin que quisiera, como consecuencia de la voluntad del poder que desecha la suya. Cuando Danny nos habla del destino, cuando se rehúsa al olvido, lo hace porque la separación que escenifica se dio por afectos ajenos al deseo, la felicidad y las esperanzas de los amantes. Y esos factores en el contexto del cual viene el cantante, como bien repasamos en los párrafos anteriores, son políticos.

Creo que las discusiones académicas sobre cómo la cultura y la ideología prefiguran nuestros modos de ver y actuar en el mundo, son cada vez mejor recibidas y más promovidas. Me parece sumamente válido: ¿cuántas expresiones y palabras no conocimos por primera vez al ver alguna comiquita?

La pregunta no es necesariamente retórica. Décadas atrás, aunque los dibujos no fueran animados, hubo quienes pensaron en los vínculos entre lo que nuestros espíritus y cabezas consumen, y lo que literalmente podemos consumir: el pan nuestro de cada día, la ropa que se nos deshace con el uso. Creo que vale destacar, así pues, a Karl Marx. Por más que sus escritos y su figura haya sido referencia de gobiernos ineficientes, hasta criminales—el mismo chavismo lo cita a cada rato; también a Bolívar, aunque el autor de El Capital lo contrarió duramente de forma pública—creo que sus ideas han sido tergiversadas históricamente: si bien fue claro con que su fin último era abolir el Estado, varias autocracias han usado su fama para justificar su expansión. Creo que en bastantes espacios académicos dedicados a las humanidades y las ciencias sociales, esto queda claro; que en su crítica hacia la jerarquía social de entonces, cuyos efectos todavía vivimos, hay observaciones elaboradas excelentemente; que no son lo mismo el Marx obsesionado por describir la miseria de su mundo, y el Marx manipulado para prescribir otros mundos.

En cualquier caso, podemos conseguir en sus palabras que lo representado, por más influencia que tenga sobre las alegorías que tomamos como ciertas en las imágenes y las relaciones de nuestra sociedad, tiene punto de partida. Y ese punto de partida es material. Puede que citar tanto del prefacio de la Contribución a la crítica de la economía política parezca too much, pero cada frase es necesaria para mostrar la claridad de su visión:

En la pro­ducción social de su existencia, los hombres establecen deter­minadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La tota­lidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio [überbau] jurídico y político, y a la cual correspon­den determinadas formas de conciencia social. El modo de pro­ducción de la vida material determina [bedingen] el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia.

Y la conciencia de Danny Ocean, en este caso, refleja condiciones materiales en las que la producción es nula, y la desigualdad entre gobernantes y gobernados es tal que buscar ser explotados en otros países, donde no se nos quiere, pareciera lo más sensato.

Me parece particularmente relevante que Me Rehúso se publicase en 2016, pues buena parte de las instituciones dedicadas a reportar sobre la crisis de Venezuela toman el año anterior como el momento en que la diáspora se volvió crítica desde una perspectiva global. Así, podemos pensar en Mijaíl Bajtín y en el concepto de cronotopo—la configuración tiempo-espacial que se expresa puntualmente en el arte y la literatura—para nutrir la relevancia de la canción ante la Venezuela arruinada de nuestros días. El intelectual soviético nos cuenta que¹

En el cronotopo artístico literario tiene lugar la unión de los elementos espaciales y temporales en un todo inteligible y concreto. El tiempo se condensa aquí, se comprime, se convierte en visible desde el punto de vista artístico; y el espacio, a su vez, se intensifica, penetra en el movimiento del tiempo, del argumento, de la historia.

No todas las obras, eso sí, son cronotópicas: el consentido de Bajtín al hablar de los inicios del Renacimiento, François Rabelais, fue un autor de muchos entonces. Pero fue un autor que merece ser releído constantemente para profundizar en las tensiones de su tiempo.

Bien puede que el enfoque de Bajtín a lo largo de sus textos sea literario, siempre insiste en eso. Pero no me parece necesario distinguir entre la literatura y el reggaetón para adaptar sus ideas, para darles vuelta. ¿No fue la literatura algo oral en sus inicios, no lo sigue siendo cuando pensamos en la producción cultural de ciertos grupos marginados? ¿Qué distinción sería podemos hacer entre la poesía y la música cuando los tropos literarios—metáforas, anáforas, hipérbaton, etc.—son los mismos? Trazar una dicotomía entre la cultura popular y los libros polvorientos de nuestros estantes no vale la pena cuando las implicaciones de lo que revisan los autores antes citados son tan similares. Incluso, cuando son más relevantes todavía entendiendo que el alcance de la música latina va mucho más allá que el que pudieron tener las novelas y los folletines en el pasado.

Salgamos del paréntesis. Si como bien implica Marx en su relación entre la base y la superestructura, debemos ahondar en el orden socioeconómico de un pueblo para comprender el porqué de sus artefactos culturales, el punto de partida ideal al enfocar nuestros análisis desde lo posterior debería ser cronotópico. No todas las expresiones artísticas que se dan en un tiempo y un espacio concreto poseen la misma jerarquía, algunas son más celebradas y nos hablan más directamente que otras. Al interesarnos en las contradicciones sociales que devienen en ciertas formas para comunicarnos, para sacar de nuestros adentros la ansiedad de ser un animal político, ciertas voces son la lupa cuyo vidrio magnifica mejor los microbios. Y esas voces, intuyo, son las que se replican en todos los sectores de una ciudad con la misma intensidad.

En su Contribución a la crítica de la política económica, Marx también escribe que es “con la mo­dificación del fundamento económico [que] todo [un] edificio descomu­nal se trastoca con mayor o menor rapidez.”² Es decir, que el camino para mejorar nuestra sociedad es alterar las relaciones entre el Estado, sus súbditos y la producción de riqueza, no los mensajes que se puedan encubrir en textos, pinturas y sinfonías. Pero Marx también escribió en una carta a Jenny von Westphalen que “el amor—no el amor de Feuerbach por el hombre ni el de Moleschott por el metabolismo, ni siquiera el amor al proletariado, sino el amor a la bienamada, el amor por ti—permite al hombre volverse nuevamente hombre.”³ Si nos damos el lujo de pensar que esa conclusión es revolucionaria—quiero decir, que la recuperación de la humanidad es el cambio radical que necesitamos—tal vez valdría la pena salir de lo ortodoxo que podemos sospechar en sus textos. En Me Rehúso, Danny insiste en que el futuro podría ser mejor—Y dale tiempo, mami, al tiempo— en que son posibles otros mundos al tener fe en el corazón. Si la conciencia del artista nos sirve para complejizar nuestra, si rescatamos—ahora sí—las preocupaciones de los estudios culturales, ¿podríamos tildar al joven reggaetonero de revolucionario? En LOUD, el podcast sobre la historia del reggaetón que dirige Ivy Queen, se nos insiste en que reggaetón y resistencia son prácticamente sinónimos, y los cambios radicales nacen con la resistencia de los oprimidos, y Me Rehúso representa la resistencia de millones de perder su patria.

Los himnos nacionales son cronotópicos. Sus letras, aunque muchas veces mitificadas, nos permiten aproximarnos a las pasiones que producen las relaciones de cierto tiempo, de cierto espacio. Por ello, no me parece necesariamente chistoso que tantos venezolanos en sus interacciones cotidianas hablen de Me Rehúso como un himno alternativo. Venezuela dejó de ser un país con una serie de personas que hacen vida en el extranjero, como cualquier otro, para volverse un país cuya identidad está profundamente ligada a la diáspora. Quienes hemos partido somos producto de un país fragmentado por el autoritarismo y la corrupción, pero no por ello hemos abandonado nuestras nacionalidades; más bien, nuestras ganas de volver y la imposibilidad de olvidar aquellas personas que nos hicieron sentir grandes, han llenado la venezolanidad de sentidos que sobrepasan las fronteras físicas de nuestro origen. La canción de Danny Ocean nos representa fielmente, y las digresiones de los autores antes citados permiten entender el porqué de su importancia, más allá de que ponga a bailar a todo mundo en las discotecas a pesar del paso de los años. Baby, no nos vamos a quedar quietos en relación a las durezas que se viven en Venezuela: si temas como este sirven para poner en palabras sencillas la complejidad de nuestro sufrimiento, seguramente sonarán más en la radio y en Spotify.


Notas de pie

¹ M. M. Bakhtin, Teoría y estética de la novela (Madrid: Taurus, 1989), 237.

² Marx, “Contribución a la crítica de la política económica.”

³ Citado en Alberto Barrera Tyszka, La inquietud. Poesía reunida (Caracas: Lugar Común, 2012), 138. 

Referencias


Carlos Egaña (Caracas, 1995) estudia la maestría en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York. También ha sido profesor de Estudios de Género y Narrativa Norteamericana Contemporánea en la Universidad Católica Andrés Bello. Ha escrito tres poemarios: antología de la pintura venezolana (LP5, 2021), hacer daño (Oscar Todtmann Editores, 2020) y Los Palos Grandes (dcir ediciones, 2017). Y escribe sobre arte, política y cultura pop en varios medios venezolanos. En su último año como estudiante de pregrado, fue una de las caras del movimiento estudiantil durante la crisis presidencial de Venezuela.

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